"Pasan porque los conozco, yo tengo pulserita y decido quién entra", dijo el muchacho de camisa rayada cuando muchos, al ver que dejaba entrar al campo a personas que estaban sentadas en las gradas con ellos, pidieron explicaciones. Enojo al por mayor, anoche, en una zona del predio del Cayetano Castro.
Fotos: Llegaron los Indios
Pese a que el espectáculo tenía todo para ser brillante, más de 500 personas se quedaron anoche sin aliento. No por ver a Joaquín Sabina sobre un escenario en Trelew, sino porque
la ubicación que habían comprado no era exactamente como se la vendieron.La cancha del club Racing fue dividida en dos. El 50% se ocupó con el sector VIP y de plateas preferenciales. El otro 50%, desde donde se coloca usualmente la torre de iluminación y hasta el otro arco, quedó vacío.
El enojo de la gente era comprensible: adquirieron las entradas como "campo", ese sector que en la jerga de los conciertos se vende libre y en el que, en verdad, se genera el calor y complicidad que todo espectáculo necesita.
Sin embargo, al llegar, se encontraron que, según la particular visión de los organizadores del evento (¿La Municipalidad? ¿Un empresario de la zona?) el "campo" era una fila de gradas ubicada detrás del arco, detrás del alambrado, a 50 metros de una calle que linda con el lugar.
En esas circunstancias, daba lo mismo estar afuera del estadio, que adentro.El enfado era mayúsculo.
Todos se consideraban estafados. Pese al malhumor general, la nota la dieron distintos funcionarios municipales, punteros políticos e integrantes de la Dirección de la Juventud (había 60 jóvenes a quienes se les pagó $ 100 la noche) que
permitían el paso hacia la cancha de gente que no tenía entrada para exhibir cuando personal de seguridad se las requería o que habían comprado para estar en el campo y que, al llegar, comprobaban igual que el resto que estaban fuera de él.
Tienen razón para enojarse, dijo un funcionarioAlertado por el bullicio que causó la situación -que se extendió en diferentes momentos, durante todo el concierto-
Llegaron consultó a un funcionario municipal sobre lo que ocurría.
"La gente tiene razón, "campo" acá, o en la Bombonera, River o Vélez, es el césped, pero yo no tengo nada que ver con esto, pagué mi entrada de $ 380. Yo no estuve de acuerdo con cómo se organizó esto, no tengo nada que ver, muchas personas metieron la mano en la organización y por eso pasan estas cosas, pero sí, la gente tiene razón en estar enojada y se lo voy a transmitir al intendente", dijo.
En verdad, el error partió desde la comercialización del evento. El plano que se exhibió en Torca, que ofició de puesto de venta, para indicar los sectores, engañaba. Según el mapa que hoy
Llegaron pidió ver en Torca, en la primera mitad del mapa se ven cuadros de colores diferentes según las zonas VIP y plateas preferenciales.
Cuando ese sector termina hay una raya (justo en la mitad de cancha) e inmediatamente después un espacio verde, que fue lo que se vendió como "campo" y que en realidad eran unas gradas colocadas detrás del arco.
Por eso, entre la torre de iluminación y el arco, toda la noche el estadio estuvo vacío. Sabina, ni se debe haber enterado que había gente allí como en la platea Este.
Hoy por la mañana
, Llegaron consultó con Girasoles, donde se venden las entradas para el show que el cantante dará mañana en Junín.
Según contaron, allí las cosas se hicieron como dictan las normas de todo concierto en cualquier lugar del planeta (o, al menos, de la Argentina): el campo se dividió en dos. La primera mitad, ubicaciones VIP y la otra mitad, libre, denominada "campo general".
Lo que pasó deja enseñanzas. La primera, que si el Estado pone fondos (que son de toda la comunidad) para traer a un artista eso irremediablemente genera que muchos que trabajan para él se crean con autoridad para manejarse como dueños y decidir quién entra y quién no, tal como un joven que no quiso identificarse dijo a
Llegaron: "Pasan porque yo tengo pulserita, y decido".
La segunda, que como sociedad seguimos estando lejos de ser adulta y honesta.
La tercera, que para
crecer como comunidad no sólo basta con
hacer. Inexorablemente es necesario
pensar y
respetar a cada uno de los que integran la ciudad.