Guerra al aerosol... y a la brocha gorda

El 16 de mayo último, a media mañana, organizados y sin apuro, los pintores pusieron manos a la obra y estamparon la fórmula del PJ para los comicios legislativos, en Rivadavia entre Soberanía Nacional y Centenario. Nunca regresaron a blanquear el lugar.

El intendente César Mac Karthy, le declaró la guerra a los graffitis. Palabras más, palabras menos, dijo que se hartó de levantarse cada mañana y encontrar a la ciudad que gobierna con sus paredes embadurnadas de letras y mamarrachos. Su hartazgo es tal, que encomendó al bloque de concejales oficialistas que diseñen alguna legislación que castigue a quienes, aerosol en mano, ensucien cualquier lugar de la ciudad. Es más, hasta propuso la creación de un registro de venta de aerosoles para que los tubos de pinturas no lleguen a mano de los menores, a quienes se los cree responsables directos de los ataques que recibe la ciudad.
Es verdad, Trelew es víctima de una agobiante falta de educación y civismo de los jóvenes, pero también de los adultos. Por eso, si bien es muy cierto que los graffitis hieren el aspecto urbano y producen un gasto innecesario provocando el repintado de paredes, bancos, carteles, monumentos, etcétera, no menos cierto es que, quienes hoy administran el Estado, no predican con el ejemplo. Así como las escrituras callejeras afean el espacio público, también lo hacen las paredes pintadas con propagandas políticas. No sólo hay que declararle la guerra al aerosol, también hay que retar a duelo a la brocha gorda.